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Levítico

El libro de Levítico está lleno de contenido que podríamos considerar irrelevante para nosotras hoy en día. Pero sin embargo, tiene un propósito muy importante; esto es, mostrar cómo un pueblo pecador puede llegar a tener comunión con Dios.


 

Índice:

 


Introducción al libro de Levítico


El libro de Levítico está lleno de contenido que podemos considerar irrelevante para nosotras hoy en día. Pero sin embargo, tiene un propósito muy importante, esto es, mostrar cómo un pueblo pecador puede llegar a tener comunión con Dios.


Al adentrarnos al contenido del libro de Levítico, hagámoslo con dos cosas en mente:

  1. La normativa que aquí encontramos es específicamente para el pueblo de Israel. El pueblo de Israel tenía rituales y normas específicas para distinguirlos de los pueblos de alrededor. Sin embargo, podemos aprender más de Dios leyendo este libro que Dios ha incluido en el canon de la escrituras.

  2. Los sacrificios del antiguo testamento se acabaron cuando Dios ofreció el Cordero perfecto para perdón de pecados. Dios ha declarado que no busca sacrificios ni nada que le podamos dar. Solo pide que nos arrepintamos de nuestros pecados y recibamos su perdón y restauración por fe.

El libro de Levítico nos muestra las instrucciones dadas al pueblo de Israel para los rituales, el sacerdocio y la pureza.


Te animo a buscar y ver el video del proyecto Lee la Biblia sobre el libro de Levítico. Los videos resumen de cada libro de la Biblia dan una perspectiva general que ayuda a comprender mejor las Escrituras. Este video presenta una estructura del libro en la que se presentan los rituales al principio y al final del libro. Las instrucciones para los holocaustos en las secciones al principio (capítulos 1-7) y al final del libro (capítulos 23-25) presentan las fiestas anuales de Israel.


En segundo lugar, hay dos secciones sobre el sacerdocio de los levitas, una en los capítulos 8-al 10 la consagración de los sacerdotes, y los requisitos para los sacerdotes en los capítulos 21-22.


El libro habla también de la pureza necesaria para poder habitar cerca de un Dios santo. Los capítulos 11-15 tratan de la pureza ritual, es decir, cómo mantenerse limpio para poder estar en la presencia de Dios. Los capítulos 18-20 tratan sobre la pureza moral, una ética moral que diferenciaría al pueblo de Dios de los pueblos cananeos de alrededor.


Justo en el centro del libro, en los capítulos 16 y 17, se describe la fiesta de la expiación, donde se realizaban dos sacrificios anuales por el pueblo. En el primero, la ofrenda de purificación, la sangre de un macho cabrío era derramada para perdón de los pecados del pueblo. En el segundo, un macho cabrío llevaría los pecados del pueblo al dejarle salir del pueblo en representación del pecado que debía mantenerse lejos de Dios.


El libro acaba con un llamamiento al pueblo a ser fieles al pacto de Dios, cumpliendo los mandamientos que Dios les había dado. Se especifican los resultados de la obediencia o de la infidelidad del pueblo.


Al leer este libro, hacemos bien en prestar atención a los conceptos de santidad, pureza e impureza. Como ya he compartido, la santidad de Dios no puede mezclarse con la impureza. El contenido de este libro nos deja una imagen clara de esta verdad.


El Dios de Israel era muy diferente de los dioses de los pueblos de alrededor. Los pueblos de los cananeos vivían en constante temor de los dioses, ya que nunca sabían si lo que ofrecían sería suficiente o si enfadaría a los dioses. El Dios de Israel, sin embargo especificó los holocaustos y normas para que el pueblo pudiera saber con certeza su condición ante Dios. Las cláusulas de Dios siempre han sido claras. “Haz esto, y vivirás.”


En el Nuevo Testamento vemos el mismo patrón, por lo cual podemos tener la certeza de la salvación cuando estudiamos textos como Marcos 16:16 que nos dice “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” O Juan 3:36 “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.”


Vemos un cambio muy bonito e importante entre antes del libro de Levítico y después. En Levítico 1:1 se nos dice que “El Señor llamó a Moisés desde la tienda” Moisés no había podido acceder al tabernáculo. Sin embargo, para el primer versículo del siguiente libro, Números, se nos dice que “Dios habló a Moisés en la tienda.” Vemos a Moisés dentro de la tienda, en la presencia de la gloria de Dios.


La purificación descrita en el libro de Levítico funcionaba, dando acceso a la gloria de Dios, habiendo seguido el plan de Dios. A pesar del pecado, podemos acceder al Padre si lo hacemos según su plan.


Aún hoy en día, a través del sacrificio perfecto de Cristo en la cruz, podemos disfrutar de la presencia del Señor en nuestras vidas.


2 Corintios 5:21 “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.” Este es Jesucristo.


“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” (Juan 1:29)


 


Ofrendas y sacrificios


Si eres como yo, seguramente habrás leído estos primeros capítulos de Levítico en varias ocasiones, y cada vez con la determinación de entenderlo un poco mejor, para que después de unos cuantos párrafos ya te encuentres leyendo rápidamente para llegar a otra sección. Se necesita mucha imaginación para poder ver lo que estaría haciendo exactamente el sacerdote con el animal, y mucha entereza para no sentirte algo asqueada con la imagen del sacerdote rociando sangre por el altar y manipulando las entrañas de los animales. Incluso hoy en día yo me maravillo de ver cómo un carnicero prepara la carne y pienso en lo que ocurriría en el altar diariamente.


¿Por qué necesitábamos tener nosotros el libro de Levítico? ¿Qué nos puede enseñar que sea útil para nuestras vidas hoy?


En primer lugar, podemos aprender mucho de Dios al ver el trato que tenía con su pueblo. Hemos visto el amor y misericordia de Dios desde el principio. Hemos visto vez tras vez que Dios hizo al ser humano para tener comunión con Él, y el ser humano, en los años de historia que hemos contemplado, ha dejado a Dios de lado en múltiples ocasiones. Y Dios, viendo el pecado del hombre, en lugar de acabar con ellos, ha propuesto un modo de restauración de esta comunión en cada situación. Dios quiere habitar en una relación con cada uno de nosotros.


Dios quiere que esta relación fluya en los días buenos y en los días malos; en los días en que estamos en comunión con Dios y en los días que caemos en pecado. Vemos en los primeros siete capítulos de Levítico que Dios estableció ofrendas de gratitud así como ofrendas de expiación de pecado.


Los sacrificios y ofrendas descritos en Levítico daban la oportunidad al pueblo de Israel de mantener una relación con Dios en la que no haya nada que se interponga entre el hombre y Dios.


Había oportunidad de ofrecer a Dios ofrendas para comunicar a Dios gratitud. También había ofrenda por el pecado, para venir a pedir perdón a Dios por algún pecado que impidiera una relación íntima con Dios.


Las ofrendas se tenían que traer al tabernáculo, donde los sacerdotes levitas aceptaban las ofrendas y las ofrecían a Dios conforme a las instrucciones, y llevaban a cabo los holocaustos y sacrificios.


Dios proveyó diferentes ofrendas según las posibilidades de cada persona. Los que venían a ofrecer sacrificio por el pecado, ofrecerían un cordero, y los que no podían permitirse el cordero, podían ofrecer dos palomas. Incluso los que no pudieran costear las aves podían traer ofrenda de harina. Dios quería que todos, sin importar su situación económica pudieran tener esta comunión con Dios.


Para las ofrendas de animales, el Señor especifica lo que se quemaría para el holocausto, que era la cabeza y las entrañas. Tenían que rociar la sangre alrededor del altar. Nos dice también que toda la grosura se tendría que quemar en sacrificio a Dios. Todos los detalles y diferencias entre un tipo y otro de ofrendas se me escapan. Pero me quedo con unos pensamientos que quiero compartir.


Los hebreos que practicaban estos rituales no podían estar viniendo continuamente a sacrificar, por motivos lógicos. Debían esperar a poder comprar el sacrificio y luego poder ir al tabernáculo. Mas adelante en la historia, cuando construyeran el templo, tendrían que ir hasta Jerusalem a sacrificar.


Además, un solo sacrificio no bastaba para mantener acceso abierto a Dios. Estos sacrificios se tenían que repetir periódicamente.


El sistema de sacrificios era, sin duda, un sistema de obras que representaba un sistema de gracia que Dios presentaría con la llegada de Jesucristo a la tierra. Estos sacrificios eran una representación, o como nos dice Hebreos 10:1, una “sombra de los bienes venideros.”


La carta del nuevo testamento a los Hebreos dice: “Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.” 10:3-4


Los sacrificios no podían zanjar la deuda del hombre con Dios. En múltiples ocasiones a través del Antiguo Testamento Dios les recuerda que Él no se agrada en los sacrificios. ¡Qué extraño! Él estableció los sacrificios! Sin embargo, en lo que nos dice que se agrada es en que sea hecha Su voluntad.


La idea es que los sacrificios son una representación de cómo debería funcionar la relación con Dios. Dios busca una comunión continua donde no haya transgresión que se interponga entre nosotras y Dios. Eso solo llegó a ser posible en el Calvario. Dice Hebreos 10:8-13


Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley),


Mas Cristo dice: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero (los sacrificios), para establecer esto último (la voluntad de Dios)


En esa voluntad somos santificadas mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.


Nos dice el texto “Ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios.”


Es decir: ¿Cuándo se pudo dejar de hacer este tipo de ofrendas y sacrificios? Cuando Cristo ofreció el sacrificio “una vez para siempre.” Cuando nos dice que se ha sentado a la diestra de Dios es para decirnos, como exclamó Cristo en la cruz, “Consumado es”, es decir, se ha acabado. “He completado la voluntad de mi Padre.” Ahora las transgresiones del ser humano pueden ser perdonadas de una vez por todas.


¿Quiere decir esto que ya no ofendemos? Estaría bien, pero nuestra experiencia nos dice lo contrario. Ofendemos cuando hacemos ciertas cosas, y ofendemos cuando no hacemos otras. Sin duda no hemos alcanzado la perfección.


Pero tenemos la certeza de que el perdón completo está garantizado en la sangre del Cordero de Dios. Cristo ya ha pagado la deuda. Ahora podemos tener acceso directo al Padre por Él. Podemos venir a Él continuamente, para presentarle ofrenda de gratitud, o para pedir perdón por aquellas cosas que nos distancian de Él.


Somos, sin duda, personas privilegiadas. Acabo con el reto de Hebreos 10: 19-22:


“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.”


Disfruta esta gran verdad.



 


Gratitud en tiempos de paz


Una diría que en los tiempos de calma, cuando todo va bien y parece que la calamidad se ha olvidado de nosotras estaríamos activamente agradecidas. Sí, ya sé que esos momentos no son ni muy largos ni muy comunes. Normalmente reconocemos los momentos de tranquilidad cuando viene la prueba y ya no tenemos sosiego; entonces vemos que antes de esto, todo había ido bien. ¡Que bien hacemos en disfrutar de los buenos momentos, como nos dice el libro de Eclesiastés 2:24: “No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios.” Dios quiere que disfrutemos de lo que hacemos. Tu trabajo, tus provisiones, son regalo de Dios. Disfrútalas.


Es también cierto que durante las buenas etapas solemos disfrutar las bendiciones sin pararnos a pensar en aquel que da las bendiciones. Es la tentación de disfrutar el regalo sin acercarnos a aquella persona que nos dio el regalo por amor. Cuando los niños lo hacen les reñimos. ¿Quién no ha estado en una fiesta de cumpleaños en la que el niño, al abrir un regalo, se emociona y se pone a jugar sin siquiera parar a dar las gracias a aquella persona que le trajo el regalo? O peor aún, imagínate que un niño le regala un balón, pero el cumpleañero se va a jugar con otros y no lo invita a jugar con ellos. Así somos nosotras muchas veces. Disfrutamos de los regalos de Dios diariamente mientras dejamos a Dios de lado y ni le damos las gracias. Dios quiere ser partícipe del disfrute de los regalos que te da. Acabo de leer una cita que dice “Que nunca me olvide en mi mejor día que aún necesito a Dios tanto como en mi peor día.”


Piensa. ¿Te ha dado Dios una familia? ¿Amigos? ¿Un trabajo? ¿Un hogar? ¿Salud para disfrutarlo? ¿De qué formas puedes tú involucrar a Dios en estos regalos? ¿Paras siquiera para agradecerle lo que tienes hoy?


La realidad es que solemos notar aquello que no tenemos en este momento. Si ahora no tengo trabajo, lo considero una calamidad. Pero qué tal si le diera la vuelta al asunto y pensara: “Bien, ya sabe Dios que necesito un trabajo, pero mientras estoy parada, voy a dedicar más tiempo a personas y a cosas a las que no me puedo dedicar cuando tengo trabajo.” O quizás en el momento de debilidad física nos veamos obligadas a confiar en la voluntad de Dios y tomar tiempo para recibir el cuidado de otros, de depender de las oraciones y el amor que otros quieren compartir con nosotras, y así recibimos bendición y somos de bendición a otros. Puede que haciendo esto podamos, como dice la primera carta a los Tesalonicenses 5:18: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.”


Dice Santiago 1:17 “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” Dios, que nunca cambia en su amor y bondad hacia ti, te ha dado lo que tienes ahora (ya parezca de gozo o de tribulación), como un buen regalo de Su gracia y su perfecta sabiduría. Tómalo en confianza y agradécele su presencia y su sabia bondad.


Vendrán días buenos, y vendrán días malos. Pongamos en práctica el consejo del sabio escritor de Eclesiastés 7:14 que dice En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él.”


Dios te regala días fáciles y días difíciles. En ambos, hacemos bien en parar y respirar hondo. ¿Qué me trae este día? Es momento de gozar en agradecimiento a Dios? Pues adelante, disfruta de él. ¿Es un día de adversidad? Considera. ¿Qué verdad sé de mi Dios hoy que me ayudará a salir adelante? ¿Qué bien querrá Dios hacer a través de esta dificultad hoy? ¿Acaso mi entrenador personal ha permitido esto para hacerme mejor y más a su imagen?


Porque como dice el texto de Eclesiastés, yo no soy el fin; la realidad es mucho mayor que mi pequeño mundo.


Así que, volviendo al libro de Levítico y las ofrendas de agradecimiento, aprovechemos que nuestras ofrendas de agradecimiento y paz hacia el Señor las podemos hacer varias veces al día y sin necesidad de intermediarios. Cristo, nuestro mediador ha rasgado el velo; a través de Él podemos venir a Dios confiadamente. Vayamos a Dios en gratitud hoy sea cual sea nuestra situación.





 




Transgresión y perdón


Los capítulos que siguen a las prácticas de ofrendas y sacrificios tratan de los sacerdotes y de las normas que el pueblo debía seguir. Todos, incluidos los propios sacerdotes tenían instrucciones específicas de pureza.


Aarón y sus hijos habían sido seleccionados para ejercer como sacerdotes, yendo a Dios en nombre del pueblo. Era un puesto especial el de sacerdote, pero no era un trabajo fácil. Si has estado leyendo los capítulos que describen la purificación de los sacerdotes, verás que los que venían a Dios tenían una gran responsabilidad de mantener sus vidas puras. Vemos con tristeza cómo dos de los hijos de Aarón, Nadab y Abiú, tomaron a la ligera su responsabilidad y se nos dice que ofrecieron a Dios “fuego extraño”. En lugar de hacer, como vemos vez tras vez en el texto, “como Dios había mandado,” lo hicieron a su manera. No nos especifica los detalles de lo que sucedió, pero sí que hubo un incendio en el lugar del santuario, y nos muestra la tristeza de Aarón al ver que sus hijos habían perdido la vida por no seguir las instrucciones.


Ya sé que alguna ahora mismo estará pensando que las consecuencias de no seguir los mandatos que habían recibido tuvieron consecuencias demasiado graves. No te culpo. Yo también me he encontrado a mí misma en algún momento, al leer el libro de Levítico, cuestionando el juicio de Dios o la gravedad de un castigo. Sinceramente, tuve que parar y pedir perdón a Dios, porque sé que cuando cuestiono sus decisiones, estoy demostrando que no lo conozco bien. Estoy demostrando que tengo una forma de pensar más de la sociedad donde vivo que de la patria celestial que anhelo. Si confío en que Él es santo, bueno y justo, llego a la conclusión que su juicio es acertado, justo en medida y bueno.

Aarón mismo no cuestiona a Dios. Él conoce a sus hijos y sabe lo que ha ocurrido; Dios decidió no compartir con nosotros los motivos, pero debemos confiar en su justo juicio.

Hemos estado viendo que Dios no es caprichoso, que perdona vez tras vez. Pero hemos visto que Dios es Santo, sumamente santo. No puede tolerar el pecado. ¿Y qué te parece si consintiera el pecado de aquellos que venían a ofrecer las ofrendas del pueblo? Sería como permitir la corrupción de nuestros líderes cuando ya se ha comprobado que esta existe. Eso aseguraría el deterioro de la sociedad.


En los capítulos que nos dan las normas de comportamiento del pueblo de Dios, nos dice vez tras vez que Dios no quería que su pueblo hiciera lo que los pueblo de Canaan hacían. Quería que fueran Santos porque Él es Santo. Es por esto que especifica practica como ofrecer a los bebés al fuego a Moloc, o relaciones ilícitas practicadas por los de la tierra y que Dios literalmente dice que abomina. Dios quería que este pueblo escogido prosperara, y para ello les dio normas y consecuencias específicas.


Esto me lleva a resaltar cómo trata Dios con el pecado. Muchas veces juzgamos a la gente, condenando a alguien por algo que ni ella misma sabe qué ha hecho. Me llama la atención que en el libro se repite una y otra vez la frase “cuando llegue a ser conocido el pecado” o “cuando conociere su pecado.” El primer paso para el arrepentimiento era un reconocimiento de falta. Una vez la persona entendía que había hecho algo mal, podía restituir y seguir adelante. Este ciclo ocurría con jefes o con cualquiera del pueblo. Ninguno vivía por encima de la ley de Dios. Es por eso que hay varios capítulos en el libro que da detalle por detalle normas de actuación y cómo arreglar una situación de impureza.


A la hora de establecer normas, hacemos bien en que sean claras. El libro de Romanos en el nuevo testamento nos habla de la ley, y se refiere a esta ley de Moisés, como el instrumento que Dios usa para que la persona sepa que ha pecado.


Romanos 3:20 “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.”


La ley no se estableció para justificar a nadie, es decir, Dios sabía que era imposible que la ley se cumpliera. Entonces, ¿por qué la estableció? Del mismo modo que el reglamento de circulación no se ha establecido para que el que nunca falle gane el premio de mejor conductor, la ley de Dios no es para dar premio al que la cumpla. La norma se establece para que podamos tener conciencia de que estamos infringiéndola. Es decir, la señal de 120 en la autovía está para que sepas que si vas a 130 estás rebasando el límite de velocidad. Y al mismo tiempo que se establece la normativa, se establecen penalizaciones por cada infracción y una manera de resolverlas.


Esto es lo que hacía la ley de Moisés. Pero vemos en Romanos que Dios lo simplifica diciendo:


Romanos 3: 21-23 “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,

por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.”


Osea, todos pecamos, y nadie puede alcanzar la gloria de Dios por sus obras; es imposible. Pero, dice, pero la justicia de Dios es concedida aparte de la ley. Ahora la reconciliación es por la fe.


Repasamos entonces; la ley nos muestra la imposibilidad de alcanzar justicia por nuestros méritos. Pero cuando reconocemos nuestra incapacidad (como dice Levítico 4:16 “luego que conociere su pecado que cometió”, entonces podemos apropiarnos por la fe del sacrificio por el pecado, esto es, Cristo.


Espero que esta reflexión te ayude a entender este libro mejor y a ver la santidad de Dios y su deseo de compartirla contigo.



 



La bendición de la obediencia


En el mundo de la enseñanza defendemos que es mejor enseñar en positivo que en negativo. Si podemos establecer normas claras con refuerzo positivo es mucho más agradable que tener que establecer consecuencias para comportamientos indeseables. Muchas veces las advertencias negativas traen comportamiento indeseable. Recuerdo que la abuela de mi marido contaba una anécdota de cuando enseñaba a niños de preescolar. Era un día muy frío con temperaturas bajo cero, así que la advertencia a los niños fue “no toquéis la verja con la lengua, porque se puede quedar pegada.” Por supuesto, como puedes imaginar, varios niños decidieron hacer aquello que se les había dicho que no hicieran y hubo que rescatarlos echando un poco de agua templada sobre el metal y la lengua.


Somos así los humanos. En lugar de hacer aquello que se nos dice que es bueno, queremos probar aquello que se nos asegura que no lo es. Por eso las prohibiciones las llevamos mal en general.


Dios sabe esto, por supuesto. Puede que sea por eso que empieza dando las bendiciones de la obediencia. Les promete prosperidad, protección, cuidado, y una tierra con recursos de sobra para el pueblo.


Levítico 26:3-4 “Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto.”


Además les promete que habitarán seguros en la tierra y tendrán la presencia de Dios, 26:11-13: “Y pondré mi morada en medio de vosotros…; y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.


¿Quién es este que les promete todo esto? nada más y nada menos que Dios mismo! el que los sacó de Egipto para que ya no sirvieran a Faraón y dice el texto para que pudieran “andar con el rostro erguido.”


Ya en el capítulo 18:5 había dicho “Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos. Yo Jehová.”


Y en Levítico 20:7-8 : “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios. Y guardad mis estatutos, y ponedlos por obra. Yo Jehová que os santifico.”


¿Y qué era lo que tenían que obedecer? Comienza en primer lugar con un repaso de algunos mandamientos de las tablas que trajo Moisés:


“No haréis para vosotros ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros a ella; porque yo soy Jehová vuestro Dios. Guardad mis días de reposo, y tened en reverencia mi santuario. Yo Jehová.”


Dios toma muy en serio la idolatría. El pueblo ya lo había hecho una vez en Sinaí, creando una imagen de Dios a la que adorar. Dios les recuerda que esto no le honra. Al contrario, es desobediencia directa a su voluntad. Él desea que se mantengan santos en reverencia a Él, pero no quiere que se hagan ningún tipo de imagen para adorar.


El otro mandamiento que repasa es el de guardar el día de reposo. El tiempo con el Señor es algo valioso que Dios no está dispuesto a sacrificar. Es su deseo que guardemos tiempo de calidad para comunión con él en Su Palabra. Durante el día de reposo, el pueblo no debía hacer nada para sí mismos, sino dedicarlo a las cosas de Dios.


Dios continúa enumerando para el pueblo leyes de consagración para mantenerse puros ante Él. Pero Dios no solo da las normas y promesas de obediencia.



También sabe que les debe advertir que desviarse de la zona de bendición conlleva tristeza, conflictos y sufrimientos innecesarios de los que se arrepentirían por mucho tiempo.


El mantenerse puros significaba que debían apartarse de las cosas en las que se habían corrompido las naciones que habitaban la tierra donde iban a entrar. Les dice que “la tierra vomitó sus moradores,” hablando de pueblos que dejarían de existir por la corrupción.

(Levítico 18:24-25)


Dios les advierte de lo que ocurriría si desobedecían las leyes de Dios: “Haré desiertas vuestras ciudades, y asolaré vuestros santuarios, y no oleré la fragancia de vuestro suave perfume. Asolaré también la tierra, y se pasmarán por ello vuestros enemigos que en ella moren; y a vosotros os esparciré entre las naciones, y desenvainaré espada en pos de vosotros; y vuestra tierra estará asolada, y desiertas vuestras ciudades.”


Esto nos hace pensar en la persecución que el pueblo de Israel ha sufrido a través de la historia. Pero lo más precioso, es que Dios acaba el libro diciéndoles, que aunque sabe que harán aquello que Él les ha advertido de no hacer, Dios no permitirá que las consecuencias sean irreparables. Les ofrece el perdón de antemano.



Dice Levítico 26 “Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que prevaricaron contra mí;


dice también: “entonces se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado. Entonces yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y asimismo de mi pacto con Isaac, y también de mi pacto con Abraham me acordaré, y haré memoria de la tierra.”


“entonces se someterán al castigo de sus iniquidades; por cuanto menospreciaron mis ordenanzas, y su alma tuvo fastidio de mis estatutos. Y aun con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios. Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios. Yo Jehová.”


Levítico 26:31-36, 38, 40-45



Uno diría que un pueblo que ya ha experimentado bendición y calamidad escogería seguir las pautas del Santo y Justo Dios y evitar los sufrimientos de la desobediencia.


El pueblo de Dios sale de Sinaí para ir hacia la tierra de la promesa. Nos adentramos al libro de Números, donde veremos que el pueblo desconfía de Dios y acaba haciendo de un viaje que debería haber durado un par de meses, 40 años de vida en el desierto. Se dice pronto. ¿Qué causó esta demora? ¿Qué lecciones aprenderían por el camino? ¿Se cansaría Dios de ellos? Te invito a leer conmigo el libro de Números para aprender más de Dios y su relación con el ser humano.


Que a través del estudio de Su Palabra puedas conocerle mejor.


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Quién soy

Maribel-profile_edited.jpg

Vivo en la provincia de Alicante, donde nací, y he dedicado los últimos 25 años de mi vida a invertir en la vida de mi marido David Bell y la de mis tres hijos, David, Andrea y Daniel y trabajando en el ministerio donde Dios nos ha ido llevando. Ahora que mis hijos han crecido, mi marido y yo continuamos activos en la Iglesia Cristiana Bautista del Valle, en Petrer, donde Dios nos trajo hace 13 años para compartir el evangelio.

 

Mi formación espiritual se ha desarrollado gracias a mi madre, mi iglesia local, campamentos, institutos bíblicos, y los años que pasé en una universidad cristiana. Mi formación profesional es en el campo de la educación, la psicopedagogía y la lingüística. Mi meta es integrar cada aspecto de mi vida personal, espiritual y profesional para ser útil al Señor, el cual me dio la vida física y espiritual para poder conocerle y disfrutarlo ahora y por la eternidad. 

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